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Imagen de cabecera: Oleo "Ponteja Cal y Canto". Autora: Josefa Alonso Pinos, excelente pintora natural de Villoria de Orbigo.
La Ponteja Cal y Canto es un ojo de puente que se conserva a las afueras del pueblo, construido con los materiales que su nombre indica, y que según parece, construido en época romana, origen también del nombre del pueblo, llamado entonces Villa Aurea. Además de éste, existen otros restos de la misma época, probablemente una termas, alnoroeste delpueblo, en la zona llamada San Adrián, en la que además hubo también un núcleo habitado del que no quedan restos

miércoles, 23 de octubre de 2013

En otoño, narradores

Lleno absoluto. Esa fue la asistencia a la biblioteca Río Orbigo de Veguellina de Órbigo el pasado viernes 18, primera cita de este Otoño de Narradores.

El Ciclo continúa las actividades literarias que se realizan en la localidad. Si en verano  los amantes de la poesía pueden escuchar versos en directo a orillas del Órbigo, durante los meses de otoño es la prosa la que se acerca al público para compartir una tarde con los autores participantes y su obra.
Esta cuarta edición del Ciclo Literario “En Otoño, Narradores”  está, como las pasadas, organizada desde la Biblioteca “Río Órbigo”, (desde aquí agradecemos a Helena, la bibliotecaria,  sus esfuerzos en cuidar cada detalle para que todo salga perfecto); y la colaboración  de la Diputación de León a través del Instituto Leonés de Cultura y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Villarejo de Órbigo.
La novedad de este año es el patrocinio privado, concretamente el de los restaurantes  “El Reguero Moro” , “La Barca” y “Soportal”.

Como en convocatorias anteriores, la coordinación del Ciclo es realizada por Tomás Néstor Martínez Álvarez.
Este año nos acompañarán, además de Andrés Martínez Oria en la primera convocatoria, Pepe Monteserín (15 de noviembre) y Alejandro M. Gallo (13 de diciembre).





 ANDRÉS MARTÍNEZ ORIA, PINTOR  DE AMBIENTES EN TERRITORIOS IRREDENTOS.

Por Tomás-Néstor Martínez Álvarez.

     Inútil será buscar caminos a través de espacios trillados. Lo esperado y conocido no interesa. Hacia el extravío, en el laberinto se halla la verdad literaria y narrativa de Martínez Oria. Pasen y lean. Pérdida. Vagabundeo. Derrota.
    Un entorno rural poco amable, áspero y huidizo, agazapado en un noroeste peninsular, ya irredento, perdido y siempre de paso en cualquier mapa, con la mirada enarcada hacia el Teleno, queda recogido en textos como "Más allá del olvido" o en "Flores de malva", libro de viajes por un espacio cuyo nombre define cuanto en él se pueda hallar, la Sequeda. Y la ciudad también estará presente. Como contrapunto, tal vez, tiene su oportunidad y tiempo: en "La luz y el laberinto", -París-; Madrid en "Silencio púrpura" o de refilón en "El raro extravío del viajante Eterio en el pinar de Xaudella".
     Cada una de las obras crea y ofrece una escritura, su propia alma, ese hálito particular que impregna la atmósfera y los ámbitos narrativos; sin embargo, todas ellas terminan por arraigar en lo más hondo del ser humano, quedan asentadas sobre la vida y las vidas, sobre lo vivido. La falta de esperanza en numerosas ocasiones obliga y condiciona el carácter y el día a día de quienes viven en los textos; alma y paisaje se mimetizan hasta conformar unas criaturas que miden su palabra sin malgastar el tiempo del que huyen o que, acaso, en algún instante quisieran recuperar.
      "Más allá del olvido" conforma  -sin olvidar "Jardín perdido", éste en otra sintonía-  un texto admirable. La agilidad en el discurrir de la narración, ese juego o salto sin red de movimientos graduales del tiempo narrativo, el dominio de la palabra precisa y sorprendente a veces, una presencia no disimulada de  poesía, todo ello llega a manos de unas gentes que saben moverse en ámbitos sentidos como propios y hasta se muestran capaces de abarcar nuevos espacios y territorios según señalen sus vidas. Esas mismas gentes, nunca personajes, controlan el discurrir de la obra. Para el autor, demiurgo en la sombra, quede la contemplación satisfecha de sus criaturas; él las habrá redimido del paso del tiempo, las ha recuperado de la memoria: ya tienen la vida del recuerdo.
       Anterior en el tiempo, no en su publicación, es "El raro extravío del viajante Eterio en el pinar de Xaudella": hombres y mujeres, de vidas frecuentes, enredados en sus laberintos y deseosos de sobrellevarlo todo como mejor se pueda. El lector, por momentos, queda atrapado y sin brújula en medio de unos seres que conviven entre la bondad aparente y la realidad más insospechada. Algunos de ellos bien pudieran ser el eco de figuras mitológicas.
       Quisiera destacar, tras estas aceleradas palabras, un relato imprescindible y maestro, "El fondo ilusorio de los espejos": emoción sorprendente capaz de mover a seres comunes con sus pálpitos y pasiones, El relato se mueve con tal soltura que el lector olvida el texto; se adentra en las imágenes y prescinde de las palabras.
¿Pintura al fresco? ¿Proyección cinematográfica? ¡Sólo literatura; de la de verdad!


Andrés Martínez Oria (Salamanca, 1950).
            Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Oviedo y catedrático de Lengua y Literatura española. Desde niño reside en Astorga, donde ejerció su labor docente. Colaborador habitual de diversas revistas culturales. Entre otros premios, en el año 2000 obtuvo el Internacional de Cuentos Miguel de Unamuno con El bar de la curva.

Elogiado por intelectuales y críticos de la talla de Víctor García de la Concha, Ricardo Senabre o Joaquín Serrano, por citar algunos nombres, Martínez Oria nos ofrece en su trabajo bastante más que la perfección formal, la riqueza del lenguaje, o la innovación que supone trasladar la introspección al primer plano argumental; nos ofrece la reconciliación con la literatura; la recuperación del placer de tener un buen libro entre las manos, y arrancar un tiempo, hoy precioso, para dedicarlo a su lectura.


BIBLIOGRAFÍA


Su novela Más allá del olvido, ambientada en la comarca de la Maragatería leonesa reconstruye, de manera fragmentada, desolados paisajes y existencias paupérrimas. La crítica ha resaltado su prosa de infrecuente plasticidad y exactitud y la ha emparentado con obras tan singulares como La fatiga del sol, de Luciano G. Egido, o Espejos de humo, de Moisés Pascual Pozas, donde la sombra de la muerte se proyecta, de manera asfixiante, sobre los vivos.

“Estaba sólo, recordando una lluvia de octubre que erosionaba el ánimo mejor tallado. Estaba recordando un olor a verde de palmeras, de magnolias, de cipreses, de senderos enarenados, de radículas de aligustre, de boj recién podado, de estatuas de mármol y fuentes de agua detenidas, de insectos y caracoles reducidos a caparazón vacío, de sombras reducidas a armadura vacía. El recuerdo huele a veces a madera recién encerada, a vahos de sándalo agarrados a los calados de las tallas…”

(Fragmento de Más allá del olvido)

El raro extravío del viajante Eterio del Pinar de Xaudella, aunque publicada después, es de redacción bastante anterior a Más allá del olvido, y en ella se apuntan ya muchos de los rasgos que brillarán en aquélla. En ella se narra una historia donde se mezclan el costumbrismo y la fantasía, el delirio y la realidad. El protagonista de esta obra, Eterio, representante de artículos de lencería, ve como su rutina da un vuelco el día en que se desorienta en el campo y asiste al aterrizaje de un ovni.  

“No es fácil huir, por mucho que uno se aleje. Que si otros se mueven menos y ganan más, que si podía haber seguido los estudios y tener una profesión de más enjundia, que si esto y lo otro y lo de más allá, dice la madre, y uno acaba amargado. Debe ser la racha. Envidio a la gente como tú, que sabe lo que quiere, se planta y dice, se acabó, vivo mi vida y punto, y que le den morcilla. Hay que saber decir no, tampoco es fácil, y escapar a tiempo de las trampas de la vida. La ciudad te atrapa, te mete en la rutina y no hay salida. Encuentras un trabajo si tienes suerte, ésa es otra, te echas novia, te casas, te empufas para pagar un piso donde consumirte entre paredes que no amortiguan ni el ruido del somier cuando echas un polvo, perdona que lo diga así, tienes hijos que no paran de sangrarte, envejeces avinagrado, te mueres de asco y tiran tus cenizas a la basura para no perder tiempo en llevar flores a la tumba, eso es todo, no hay más misterio en esta piltrafilla que llamamos vida.”
(El raro extravío del viajante Eterio en el Pinar de Xaudella)
 


Silencio púrpura agrupa tres novelas cortas de registros y técnicas muy diferentes. 
En la primera de ellas, “El fondo ilusorio de los espejos”, un cura joven deberá hacerse cargo de varios pueblos habitados por escasos ancianos. 
“La luz y el laberinto” es un diario que un estudiante escribe de su estancia de dos meses de verano en París, en una época de penurias y de deslumbrantes descubrimientos literarios. 
“Silencio púrpura”, la novela que da título al volumen y sin duda la más ambiciosa de las tres, aborda los atentados terroristas del 11-M, a través de varios de los ocupantes del tren.


En su novela Jardín perdido. La aventura vital de los Panero, Martínez Oria incorpora como personajes al poeta Leopoldo Panero y los miembros de su familia, así como a numerosos amigos, casi todos ellos poetas y artistas conocidos: Sánchez Mazas, Ricardo Gullón, Rosales, Dámaso Alonso, Cernuda… En esta obra el autor mezcla documentación y creación, lo que permite realizar unos retratos llenos de profundidad y detalle que ninguna biografía al uso podría haber alcanzado. En palabras de Ricardo Senabre, “Jardín perdido traza un convincente panorama de la turbia sociedad española del franquismo y del papel de sus intelectuales en los intentos de propaganda cultural orquestados por el régimen.”


“No era fácil desentrañar aquella malquerencia, esclarecer aquel encono, averiguar aquella persecución, descifrar aquel acoso que amenazaba desde la sombra a la familia, como la madreselva, olorosa y tierna, se iba apoderando de árboles y plantas hasta asfixiarlas. Bien claro estaba que no los querían, que había vecinos envidiosos, que no podían confiar en nadie, y sin embargo él se empeñaba en ser amable, en disculparlos, en quitarle hierro a todo”
(Jardín perdido: la aventura vital de los Panero)
 



Flores de Malva recoge reflexiones sobre un paisaje, el de la Sequeda, y también sobre el paisanaje que decía Unamuno, es decir las gentes de esa comarca y su historia medieval, con algunos casos de pueblos desaparecidos. Es, en definitiva, una evocación a todo lo que el tiempo se ha ido llevando.



    “En los postes medita la cigüeña, garabatín de pluma y aire sostenido de milagro en el azul Transparente”
   “El hombre es un ser llamado a cambiar el verde de la vegetación por el negro del asfalto, para ir a toda prisa a ningún sitio. Es, dice para justificarlo, la gabela que pide insaciable eñl progreso. Porque hoy solo se piensa en el progreso. Antes se arrellanaba uno en el presente inmutable y a vivir, ahora nos queremos instalar en un futuro virtual que llamamos progreso y para alcanzarlo hay que correr lo suyo, por eso pintamos de negro el paisaje. Un vivir sin vivir.
   El caminante va pensando en esto y otras cosas que no pone aquí para no alrmar ni causar mala impresión; cuando la jornada es larga y va uno solo, se piensa en lo que sea para olvidar el camino y la soledad. “
(Flores de malva)

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